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martes, 18 de febrero de 2014

EL FARO

El faro se erguía en una esquina brumosa del mundo. El farero se había extinguido porque la tecnología lo había liberado de sus funciones rutinarias, así que aquella lámpara curiosa giraba sola en derredor con sus propios colores idiosincráticos y su singular cadencia, dibujando en la noche el trazo sinuoso de las costas a fin de ofrecerlo generoso a los barcos desnortados. Aquel perpetuo vagar y divagar en círculo completo tal vez le hiciera a la lente enfocar cada vez con mayor nitidez las escenas que alcanzaba a atisbar a lo lejos, muy a lejos... hasta finalmente buscarlas con delectación casi humana: la intimidad desnuda de bondadosas heroínas legendarias, el curioso emparejamiento de habituales enseres domésticos, las acuarelas resbalando por las fauces rojas de un fauno latino, el lameteo de la lluvia coloreando ciudades en cualquier latitud, o la persecución que del cielo hacían criaturas aventadas por agostados parajes naturales... Todo ello y mucho más era reflejado sin cesar en aquella asombrada retina cromática para deleite didáctico y artístico de los frecuentadores de la esquina brumosa. 

Al fin, el faro devino ojo condenado a no parpadear jamás. Tal vez no lo quisiera. Nunca lo sabré.



Faro de Cabo Silleiro (Baiona) Imagen de http://www.flickr.com/photos/elentir/3310430242/

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