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martes, 6 de mayo de 2014

EL AGUJERO DE MORAZÓN


Un día, la senda que bajaba hasta la playa matriz del pueblo apareció vallada. Se desataron entonces los rumores que trataban de explicar aquel fenómeno de forma razonable —quiere ello decir—, sin atentar contra la apacible existencia de los seres iracundos del Olimpo gobernante: 

—Las ciclogénesis explosivas encadenadas, que han hecho emerger del fondo del mar durante el invierno pecios hundidos u olvidados, seguramente habrán taponado con algún derrumbe el cordón umbilical con el queridísimo arenal, poniendo en peligro el incauto paseo de los vecinos, así que, por nuestro bien, se nos priva de playa sine die.

—Las intensas lluvias de los meses anteriores probablemente habrán reblandecido el terreno del cantil que rodeaba la costa y, ante el peligro de desprendimientos, se acordona y pone en cuarentena nuestro querido hábitat marino.

O bien: 

—Tal vez comienzan ya las obras de mejora del acceso al puerto, las que pasan por horadar el pueblo mismo con ese túnel carísimo que nos señalará en el mapa como el agujero que seremos.

Un crío de seis años y apenas medio verano vivido en la susodicha cala dio en el clavo al afirmar:

—Pero, ¿es que detrás de esa valla hay una playa? Yo no me acuerdo...

Y como estaba previsto, algunos empezaron a dudar de que efectivamente alguna vez ellos hubiesen traspasado aquel camino abortado, descendido las escaleras estivales de su pasado hasta el dorado mar de Morazón y saltado en tromba al agua entre las risas y chapuzones que año tras año los habían visto crecer o madurar. El agujero de Morazón y los seres iracundos se dilataban de risa. 


Imágenes de la Plataforma pola Defensa da Ría de Betanzos e Sada. https://www.facebook.com/plataformaendefensadaria

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